miércoles, 17 de octubre de 2007

GALPON

El galpón es enorme, tanto que parece un hangar de aviones. El techo es altísimo y tiene unas claraboyas de vidrio por las que entra muchísima luz. En el piso hay, bastante separadas entre sí, unas fosas rectangulares del largo de un camión con acoplado. En la parte trasera hay unas puertas corredizas que ahora están abiertas y dejan ver entre el galpón y una mata espesa de árboles que empieza a unos 20 mts, una explanada de tierra apisonada.

El gordo corta el salame en una de las mesas gigantes que hay contra la pared, entre las herramientas y los pedazos de motor desparramados por ahí. Le corta la punta, desgarra la piel todo a lo largo y lo pela entero casi de un solo movimiento, con una destreza que uno no podría sospechar en esas manazas que parecen tan toscas.

Después de pelarlo lo corta en diagonal, en tajadas de un grosor casi idéntico y lo mismo hace con el pan. Arma varias pilas de pan y salame sobre un plato de madera y agarra una botella de cerveza que destapa contra el borde la mesa, de un golpe.

Casi en el medio del galpón hay un sillón desvencijado que tiene marcada la forma de su cuerpo, como un zapato la forma de un pie. Hay un perro negro tirado en el sillón. Ese perro es lo único hermoso que hay en todo el lugar. Es grandote y tiene el pelo brillante, los músculos como recortados y los ojos zarcos clarísimos, uno de color azul y el otro de color anaranjado. Cuando lo ve venir con el plato en la mano, salta del sillón con un movimiento rápido y elegante. Le sigue todos los movimientos bien de cerca, sacudiendo la cola y relamiéndose, pero no arrima el hocico a menos de medio metro del salame, hasta que él le tira un par de pedazos, que caen a unos metros del sillón.

- ¡Dejáme comer tranquilo, Sandro!- le grita – que pesado que sos, che…-

Se tira sobre el sillón y se limpia la frente y las manos con un repasador roñoso que hay sobre un tanque de zinc que le sirve de mesa. Come cada pila de un bocado, masticando con dificultad porque le faltan unos cuantos dientes. En la radio alguien explica el por qué de la ola de calor.

- Estos hijos de puta nos cagaron hasta el clima… - Le dice al aire, o al perro, o a la radio.

- Después se va a venir la Santa Rosa y se va a inundar todo hasta la puta que lo parió, como siempre…-

Cuando termina de comer se hurga el ombligo con los dedos gordos. Saca una pelusa y unas migas de pan que sacude al piso.

- Acá estamos en el culo del mundo y los guazos no te asfaltan un camino ni mamados… Después te lloran un rato en cámara con los videos de los pibes arriba de los techos y se creen que alcanza con mandarles un par de pulóveres apoliyados y unas latas de alverjas… Dejáte de joder, Sandro, no ves que no hay más! – le grita al perro que lo mira con un hilito de baba colgándole de la lengua.

Se levanta y cambia el dial de la radio. Suena una milonga, y él vuelve a tirarse en el sillón hasta que se termina la botella de cerveza.

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