miércoles, 17 de octubre de 2007

TILDE

- ¿Nombre completo?
- Dino Helberto Tilde. Helberto, con hache y be larga. ¿El suyo?
- Mónica Salas. ¿Edad?
- 53. ¡Qué coincidencia, no! Digo, que se apellide Salas y trabaje en una Sala.
- Sí, ¿vió? ¿Sexo?
- ¿Cómo?
- Sexo.
- ¿Usted me está preguntando por mis preferencias sexuales?
- ¿Perdón?... No, señor. Le pregunto cuál es su… género.
- Pero, sepa usted disculparme, señorita Mónica: ¿no es evidente acaso que mi género, al menos el visible, es el masculino? Usted misma acaba de llamarme “Señor”.
- Escúcheme, yo estoy trabajando, si cada uno de los que se atiende acá me va a hacer los problemas que me está haciendo usted, me tengo que suicidar. En el formulario dice SEXO, y yo tengo prohibido completar sin la autorización del paciente, así que contésteme nomás y estamos todos contentos.
- Está bien, como usted diga. No quiero complicarla en su desempeño laboral. En principio, guardemos su felíz propuesta de adoptar la palabra “género”, aún cuando en el formulario leamos “sexo”. “Género” es, definitivamente, más apropiada que “sexo” para casos como éste. Mi género, entonces, es el masculino. Pero sepa que considero mi deber comunicarle que esto es humillante para usted.
- ¿Humillante?
- A claras vistas, Mónica. Usted es perfectamente capaz de discernir de qué género son casi todas las personas que se acercan aquí. Comprendería que preguntase, en casos en los que pudiera suscitarse alguna duda, dado que soy perfectamente consciente de la existencia de personas travestidas o transexuales. Y aquí, si me lo permite, dejaré fuera la discusión acerca del género de los transexuales, porque carecemos del tiempo necesario para desarrollarla como corresponde. Pero en mi caso, es evidentemente notorio que pertenezco al género masculino. Dicho lo cual, si usted insiste en preguntármelo, yo debería concluir en alguna de las siguientes opciones: o bien usted se está burlando de mí o intenta ofenderme con su pregunta, o bien está poniendo en tela de juicio su capacidad de discernimiento y percepción, sólo en pos de cumplir con una orden sin sentido, lo cual me parece humillante hacia su persona.
- Perfecto, señor. Le agradezco su preocupación. Ahora vamos a continuar porque, como verá, la sala está repleta. Género masculino. ¿Nacionalidad?
- Argentina.
- Argentino, querrá decir. Tanta lucha con el género…
- Justamente. Tanta lucha con el género y después todos nos olvidamos de las concordancias de género más básicas. Aquí, mi estimada, la concordancia del adjetivo calificativo “argentino” debe hacerse con el sustantivo “nacionalidad”. LA nacionalidad es ARGENTINA, más allá de quien la porte. Por lo cual, podríamos decir que YO soy ARGENTINO. Pero mi NACIONALIDAD es ARGENTINA. A sustantivo femenino, adjetivo femenino. Es una cuestión gramatical primaria.
- Mire, Señor Argentina, o usted colabora con el simplísimo llenado de este formulario o yo voy a tener que llamar a seguridad para poder continuar con mi trabajo.
- A un agente de seguridad, querrá decir. Dudo que pueda llamar a LA seguridad en persona, dado que LA seguridad es una abstrac…
- ¿Usted me está tomando el pelo?
- Imposible. Estoy a más de medio metro de su cabeza. Y, aún cuando la misma estuviera a mi alcance, le aseguro que nada hay más distante de mis intenciones.
- Bueno, me agotó la paciencia. ¡Retiresé, señor!
- No. Imposible. Necesito atenderme. Si insiste, intentaré pasar por alto esas cuestiones. Lo estaba haciendo por su bien, pero puedo evitarlo.
- ¡¿Por mi bien?! ¡Pero por favor! ¡Retiresé, le dije! ¡El que sigue!
- Lo que sucede es que no es correcto que continúe con el que sigue si no terminó conmigo, que soy quien está aquí, ahora. Hay que terminar con el primero para pasar al segundo, y con el segundo para pasar al tercero, y así sucesivamente. Si usted pasara ahora al que sigue después de mí, sin haber terminado conmigo, estaría interfiriendo con mi derecho ciudadano a acceder a un servicio de salud y, no quiero intimidarla, pero eso podría generarle algún problema…
- ¿Qué, me está amenazando? (marca un número en su interno) Carlos, podés acercarte a recepción, por favor, tengo un inconveniente con un paciente…
- Con un aspirante a paciente, querrá decir…
- ¡CALLESE, NO VE QUE ESTOY HABLANDO POR TELEFONO! ¡Vení ya, Carlos, o vamos a tener un problema! (Mónica estampa el auricular contra el teléfono)
- No me levante la voz, Mónica, por favor. Actuemos como gente civilizada.
- ¿Gente civilizada? ¡Usted está loco! Y yo no pienso perder más mi tiempo con locos como usted.
- Permítame corregirla una vez más. Pero aquí no se trata de SU tiempo, Mónica. Es el tiempo de todos. A usted, el estado le abona un sueldo a fin de mes con fondos que provienen de los impuestos que todos nosotros pagamos regularmente. Así que, de alguna manera, su tiempo, durante su horario laboral, es mío también.
- (Mónica llora) ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué quiere? ¿Llenar usted el formulario? ¿Eso es lo que quiere? ¡Lleneló! ¡Lleneló todo lo que quiera, acá lo tiene!
- ¡Pero, por favor, Mónica! ¿Por qué llora? No nos pongamos melodramáticos… No quiero llenar yo mi formulario… Estaba queriendo hacer las cosas correctamente, pero si es tan importante para usted, le prometo sólo contestar a sus preguntas. Así, yo podré atenderme y usted podrá continuar con su tarea.
- Si así me va a dejar en paz, terminemos entonces. Faltan sólo dos. Fecha de nacimiento.
- Catorce de noviembre de un mil novecientos cuarenta y ocho. El culo te abrocho (sonríe)
- ¡¿Qué…?! ¡Pero, poRR dios! (Mónica, vuelve a marcar un número en su interno) ¡QUE MIERDA PASA CON CARLOS! ¡A MI ACA ME PUEDEN MATAR TRANQUILOS QUE NO APARECE NI DIOS, CARAJO!
- Pero… Estaba intentando romper el hielo, Mónica. La vi triste y quise hacerle un chiste, una chanza…
- ¡Má qué chiste! ¡Usted está LO-CO! ¡LOCO DE REMATE! ¡Y yo me voy a la remismísima mierda! ¡Me hartaron! ¡Se terminó! ¡Me arruinó lo poco que me quedaba de paciencia, loco hijo de puta! (Mónica tira los sellitos y las fichas al piso, se quita el guardapolvo y sale por una puerta, detrás de ella)
- ¡Epa! No. Eso no está bien, Mónica… (eleva la voz para que ella lo escuche detrás de la puerta) Mi madre era una santa. Si usted quisiera insultarme a mí, de nada le sirve tomárselas con mi madre. Es una desviación del insulto que sólo consigue revolverla en su tumba a la pobrecita. La próxima vez, intente con algo referido directamente al sujeto en cuestión. “Boludo” o “pelotudo” suelen ser los epítetos más comunes. Aunque yo prefiero “infradotado” o “imbécil”. Tienen mejor sonoridad musical. (Grita) ¿O no, Mónica?

No hay comentarios: